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Miniatura sobre cine híbrido (o ciborg)

Enlazo esta miniatura a la miniatura anterior, porque el siguiente paso es el cine ciborg, ese cine que combina imagen real y animación y cuyo título emblema sería, me gusta pensar, ¿Quién engañó a Roger Rabbit? Lo híbrido es, ya de por sí, una explicación, o, mejor, un espejeo de la realidad por lo que tiene de polimorfo y ambiguo. Porque permite indagar, con muchos más recursos, en la realidad y en el paradójico comportamiento humano. Donna Haraway dijo, en su Manifiesto para cyborgs, que éste, “un híbrido de máquina y organismo”, y aquí salto de la página quince a la dieciocho de su ensayo, es “una criatura en un mundo postgenérico”. Así, las obras de arte también lo serán, porque no se podrán adscribir a un único género ni lenguaje que las limite. Hablo de obras arriesgadas que, sin complejos, absorban las cualidades de esas dos sintaxis del cine y creen una tercera cosa que trate “de realidades sociales y corporales (...) en las que la gente no [tenga] miedo de su parentesco con animales y máquinas ni de identidades permanentemente parciales ni de puntos de vista contradictorios”; la cita es de Haraway, otra vez. Un cine hecho de polisemia y flexibilidad. 

Por ejemplo, Richard Linklater supo entender a Dick y lo demostró en esa A Scanner Darkly, producto de la alquimia entre imagen real y animación donde tradujo, en imágenes rotoscopiadas y con la misma complejidad, las dudas y el pensamiento de Philip K. Dick. Aquí, en este prometedor cine híbrido o ciborg del futuro, inconformes con la dicotomía, con la taxonomía estanca de estas maneras de hacer cine, los mismos directores que, en la miniatura anterior, eran inconformistas con la realidad, en esta darán un paso más y rechazarán el enfrentamiento entre posturas para aunar, desafiantes, creativos, las posibilidades artísticas de esas dos maneras de concebir el cine. En un gesto muy plural. Con resultados inquietantes. Vuelvo a citar al Jordi Costa de Películas clave del cine de animación: hablando de Avatar, con su “(con)fusión entre lo real y lo animado”, dice que “podríamos estar ante un nuevo capítulo en la historia del séptimo arte, donde las fronteras que (…) han separado a la animación del cine hecho con actores hechos de carne y hueso dejen de ser nítidas”. Como si estuviéramos ante el equivalente cinematográfico de aquella Tercera Verdad de la que hablaba Cercas.   

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